Los 7 mejores pueblos gastronómicos de C.yL.
De lechazos a cucharas; de morcillas
legendarias a cochinillos asados; de legumbres con nombres y apellidos a
pimientos asados irreprochables… Castilla y León hace gastronómicamente
de su capa un sayo. Nuestros socios de AVOMACYL seguro que conocen muchos
de estos lugares y si no, aquí tenéis unas breves reseñas.
Arévalo (Ávila)
Discutir el trono de los asados de
cochinillo a Segovia es un reto, pero en Arévalo, uno de los pueblos
más gastronómicos de Ávila, lo consiguen. Restaurantes como el Mesón Asador
las Cubas son una buena forma de entregarse a los placeres del asado
castellano, pero también de sacar a relucir las cucharas, saboreando las
legumbres locales de La Armuña. El Figón de Arévalo y El Tostón de Oro también
merecen caber entre las recomendaciones de un pueblo que vive por y para el
asado a orillas del río Adaja.
Astorga (León)
León es, tanto como capital como
provincia, un destino privilegiado para comer. Del Húmedo a los
botillos de Ponferrada, pasando por la deliciosa Astorga, una de las capitales
del chocolate español, convirtiéndolo en un pueblo goloso donde
disfrutar de sus mantecadas y sus merles, pero también del cocido magarato –el
único cocido donde primero se comen las carnes y se termina con la sopa–. En
Las Termas y en Casa Maragata se sirven dos de los mejores de la zona, pero
también se puede estirar el viaje y dar rienda suelta a la cuchara en el
cercano Castrillo de los Polvazares, un pueblo casi de cuento que en invierno
es una humeante caldera de garbanzos, fideos y viandas.
Aranda de Duero (Burgos)
La categoría de pueblo se queda,
evidentemente, corta a Aranda del Duero, capital de la Ribera, donde el
vino brilla tinto por bandera y donde el cordero tienta, seduce y renta desde
tiempos inmemoriales. Locales como Asador Rafael Corrales, Casa Florencio o El
Lagar de Isilla cumplen dos premisas fundamentales: buenos asados y buenas
chuletillas a la brasa. Y, para los que busquen algo más de vanguardia, paradas
recomendadas y necesarias son las que ofrecen El 51 del Sol o Cumpanis: Casa de
Comidas.
Ciudad Rodrigo (Salamanca)
Hacer de un plato de aprovechamiento una
epopeya gastronómica no está al alcance de todo el mundo, pero Ciudad Rodrigo
lo consigue. Lo hace a través de una leyenda como es el farinato, el
chorizo de los pobres que hizo de la necesidad virtud para utilizar
remates de grasa, pimentón y harina para un embutido que pide pan y huevos
fritos. Completamente fortificada, Ciudad Rodrigo protege de puertas para adentro
una cocina charra donde no falta el cerdo ibérico, el guiso de cuchara y, en
casas como el restaurante Estoril, se concede guiños a la creatividad, pero sin
dejar las bases de lado, como en sus cazuelas de níscalos guisados con
garbanzos como si fueran callos.
Sepúlveda (Segovia)
Quedarse con una sola referencia para
saborear la provincia de Segovia, especialmente en invierno, es casi un pecado
capital. Tanto como, además, no dejarse tentar por los asadores capitalinos,
auténticas leyendas. Una provincia capaz de encaramarse a Guadarrama, pero
también de tentar con asados como los que se gestan en Sepúlveda.
Atrapado por el río Duratón, este sabroso pueblo hace de sus corderos el alfa y
el omega gastronómico en los figones. Referencias imprescindibles son El Zute
Mayor y El Zute Menor, pero también El Panadero o El Figón de Ismael.
Burgo de Osma (Soria)
Totémico es el torrezno en la provincia
de Soria. Santo y seña de una forma de rendir culto al tocino del cerdo para,
además, haberlo exportado más allá de sus fronteras. Sin embargo, es en casa
donde mejor se come. Y una de esas casas es un pueblo tan singular como
gastronómico: Burgo de Osma, que, además, no solo presume de
torreznos, sino también de catedral. A cuatro pasos de ella y bajo los
soportales de la Calle Mayor se sienta cátedra tocinera en el Bar Círculo,
haciendo de este humilde local un lugar de peregrinación para los amantes del
cerdo.
Peñafiel (Valladolid)
Un castillo por testigo y un restaurante
imprescindible, no ya en Valladolid. Tampoco ya en Castilla y León, sino en
toda España, como es el restaurante Ambivium sirve
para ejemplificar a un pueblo donde el vino lo es casi todo. En
Ambivium, con una estrella Michelin, no solo se rinde tributo a Baco con una de
las mejores cartas de vinos de España, sino también con la mesa. De ello se
encarga el chef Cristóbal Muñoz, almeriense de cuna, pero
que ha forjado su designio gastronómico en plena Castilla. Aquí,
poniendo lo local por bandera, coloca la guinda de alta cocina a un pueblo donde
habitan también clásicos tradicionales como El Corralillo o El Molino de
Palacios. De nuevo cuño y para no perder de vista, el restaurante Curioso
también.