martes, 10 de diciembre de 2024

EL CAMBIO CLIMATICO

 Enviado por nuestro presidente Jose Ceruelo Blanco. Gracias Jose.


¿QUÉ HAY DEL CAMBIO CLIMÁTICO?

 

Episodios como la DANA nos recuerdan que el cambio climático es una amenaza muy real, pero en los últimos años la agenda medioambiental parece haber pasado a un segundo plano. ¿Nos sigue preocupando el planeta? 

El aumento de la temperatura está acelerando el deshielo de los glaciares. 

Este año que dejamos atrás será tristemente recordado por los récords preocupantes que se han cosechado en materia medioambiental. Por ejemplo, será el más cálido jamás registrado, el primero en el que la temperatura promedio haya superado una diferencia de 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales, el límite fijado por los Acuerdos de París para protegernos de los efectos más devastadores del cambio climático. 

Las consecuencias de estas anomalías ya se han hecho notar. El aumento de la temperatura viene aparejado del incremento de los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos, tales como sequías severas, olas de calor e incendios de grandes dimensiones. Episodios que contrastan con los casos de lluvias torrenciales provocadas por depresiones aisladas en niveles altos (DANA), un fenómeno especialmente adverso que padecemos cada vez con mayor frecuencia en el litoral mediterráneo.  

Con semejante panorama, lo más lógico sería pensar que el cambio climático marcaría hoy la agenda global de las principales economías del mundo, y que combatirlo se ha convertido en la principal preocupación de la población del mal llamado norte global, donde los estragos de ese aumento de 1,5 ºC se están haciendo cada vez más visibles… ¿Es realmente así?  

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Si atendemos a la evolución de los compromisos públicos para reducir las emisiones, podríamos llegar a la conclusión de que el calentamiento global nos está provocando más desazón que preocupación. Así lo prueban, por ejemplo, las conclusiones de la última Conferencia de las Partes celebrada en Bakú hace unas semanas, cuyo principal acuerdo compromete a los países más desarrollados de Occidente (especialmente EE. UU.. y los que forman la UE), a financiar un fondo de unos 300.000 millones de dólares a los países menos desarrollados para elaborar planes destinados a sufragar el cambio climático. Una cantidad que las organizaciones conservacionistas han calificado de ‘pobre, decepcionante e inadecuada”, teniendo en cuenta que el objetivo marcado al inicio de la cumbre era inicialmente de 1.300.000 millones de dólares. 

Un acuerdo de mínimos que ha sido calificado de ‘broma’ e ‘insulto’ por el representante de Nigeria y que provocó que la cita medioambiental fuera bautizada, como la ‘cumbre del descontento’.  

Poco queda de aquella efervescencia popular que clamaba en las calles hace 5 años en pro de un futuro más sostenible a las puertas de una cumbre del clima celebrada en Madrid, en la que una jovencísima Greta Thunberg alertaba de que comenzaba ‘una nueva década que decidiría nuestro futuro’. Una COP, por cierto, que también partía con grandes ambiciones, como un compromiso para financiar a los países en desarrollo, un acuerdo para poner coto definitivo a los combustibles fósiles o un plan inicial para la creación de mercados de carbono similar al que funciona desde hace años en la UE. Esto es, hacer que los países más contaminantes paguen por las emisiones.

Finalmente, la cumbre de Madrid, como ha sucedido en Bakú, se saldó con un acuerdo de mínimos y buenas intenciones, aunque hay que reconocer algunos avances. Entonces, el objetivo de financiación era de solo 100.000 millones de dólares, tres veces menos que al pacto alcanzado en Azerbaiyán, donde, después de un lustro, también han empezado a sentarse las bases de lo que previsiblemente se convertirá en un mercado mundial de derechos de emisiones. Algo hemos avanzado.  

¿Y qué hay de la opinión pública?. En el caso de España, por ejemplo, el barómetro del CIS del mes de octubre, esto es, antes de la DANA que asoló a la Comunidad Valenciana- nos indica que casi el 70% de los encuestados manifiesta abiertamente que el cambio climático les preocupa ‘mucho o bastante’, una cifra incluso superior a la preocupación manifestada ante la guerra en Oriente Próximo que, sin embargo, es ligeramente inferior a las encuestas anteriores. Una tendencia similar se desprende del estudio publicado el año pasado por el Real Instituto Elcano, en el que se afirmaba que un 16,3% de encuestados opinaba que el cambio climático era la mayor amenaza a la que se enfrentaba el mundo, casi la mitad de los preguntados en 2019.  

¿Significa esto que el cambio climático ha dejado de importarnos? Quizá la clave sea ofrecer soluciones factibles, cuantificables y recompensables, emulando el ejemplo de los créditos de carbono. Toda acción tiene un coste, y la sostenibilidad no es menos. Conocemos la amenaza, pero llevar a cabo las acciones necesarias para combatirla no es una tarea fácil. Por ejemplo, en España hace décadas que conocemos la importancia del reciclaje, pero según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, la tasa de recogida es únicamente del 41,3%, muy inferior al objetivo del 70% marcado en la Ley de Residuos. La solución planteada por el Gobierno pasa por el establecimiento de un sistema de depósito, devolución y retorno de envases (SDDR) similar al que se lleva a cabo en otros países del mundo, desde Alemania hasta China.  

Quizá la solución sea la de cambiar de estrategia, superar el pesimismo y buscar compromisos cuantificables, especialmente en sectores tan sensibles como el del transporte o el turismo. En definitiva, hacer que la palabra sostenibilidad no se perciba como un concepto ‘tremendamente aburrido’. No podemos permitirnos este lujo.

FELIZ NAVIDAD para todos nuestros socios de AVOMACYL

 

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